Avilés tenía una población relativamente próspera y generalmente privilegiada por un Fuero concedido por los reyes, que protegía a sus habitantes del abuso que ejercía la asilvestrada nobleza (este término tómenlo en el sentido ortográfico) sobre los asturianos.
La villa avilesina jugaba un papel vital dentro del negocio marítimo internacional, gracias a su puerto, situado al fondo de la ría y, por tanto, seguro cobijo para las naves que, por entonces, eran bastante enclenques.
Los efectos comerciales de Avilés viajaban hasta la próxima villa de Oviedo, y de allí se extendían por ciudades castellanas. Y viceversa.
La muralla tenía un perímetro de forma oval de, aproximadamente, 800 metros de longitud, cercando un territorio de unos 47.000 metros cuadrados, atravesado por cuatro calles. Su superficie venía a ser como la mitad del actual parque de Ferrera.

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